El coste del imperio romano.

enero 21, 2016 Escrito por: Tablilla De Cera - 1 comentario

«Romano…, recuerda tu misión: gobernar a todas las naciones con tu fuerza. Los medios para ello serán establecer leyes de paz, ser condescendiente con los humildes y combatir a los soberbios».
Virgilio; Eneida

Tal cual señala Virgilio en la Eneida los romanos eran conscientes de que su poder a lo largo del mediterráneo residía en sus caligae, en las botas militares de sus soldados. Por ello desde época muy temprana no repararon en gastos a la hora de armar a sus legionarios. Esto suponía un ingente esfuerzo económico a cargo del Estado que en ocasiones tuvo que recurrir a dinero privado con todo lo que eso suponía. Este mes hablaremos de las cifras que manejamos a la hora de hablar de legiones y denarios. Aunque a veces hagamos mención a la época republicana y al Bajo imperio, la mayoría de las cifras se refieren al Alto imperio, especialmente a la época de Augusto.

Para empezar y aunque quizás sea un tema manido y fácil de encontrar, primero haremos un resumen de las cifras, en número de hombres, que se manejan para el ejército romano y después pasaremos a la cuestión monetaria de esos hombres.

Durante la republica temprana, en tiempos de Emilio Paulo y Escipión, el historiador Polibio (200 a.C.-118 a.C.) nos cuenta:

<<Los romanos […] habitualmente enrolan cuatro legiones al año, cada una compuesta por cuatro mil soldados de a pie y doscientos a caballo; y cuando surge alguna necesidad inusual, incrementan el número de soldados de a pie a cinco mil y de caballeros a trescientos. De los aliados, el número en cada legión es la misma que la de los ciudadanos, pero la caballería es tres veces más grande.>>
Polibio; Historias

El ejercito manipular republicano contaba con unos 4.500/5.000 efectivos por legión, compuesta cada una por manípulos de hastati (1.200), princeps (1.200), triarii (600) y velites (1.200), además de la caballería (300). Eso nos da un total de 18.000/20.000 hombres que salían cada año de entre todos los hombres en mayoría de edad, con categoría jurídica de ciudadano romano y categoría económica suficiente para ingresar en el ejército ya que los menos pudientes (proletarii, capite censi) no podían costearse el equipo y estaban exentos de ser llamados a filas. No tenemos datos fiables sobre el número de ciudadanos romanos en esta época pero nos podemos hacer una idea general con el censo del año 85 a.C., que nos arrojan cifras de alrededor de 460.000 ciudadanos romanos. A partir de esta fecha los censos consiguientes irán aumentando considerablemente fruto de la incorporación de los itálicos como ciudadanos de pleno derecho (la guerra de los socii acaba en el 88 a.C.)

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Siendo así en fechas del historiador Polibio podemos hacernos a la idea que todos los años los Cónsules de Roma sacaban a 20.000 romanos de sus casas (y otros 20.000 socii itálicos), de una cifra total que no llegaba al medio millón, y que muchos de ellos morían en batalla. No es pues de extrañar las graves crisis demográficas que supusieron hechos como las derrotas durante la guerra contra Anibal o contra Cimbrios y Teutones.

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Distribución de las legiones entorno al 14 d.C. Mapa de Jack Keilo (2014); Universidad París IV Sorbonne. Recomendamos ampliar el mapa.

Pero avanzando en el tiempo hasta época augustea las cifras son más claras y los datos aun más impresionantes. Con Augusto hace ya tiempo que las palabras de Polibio quedaron atrás. Sobre un censo del 28 a.C que nos arroja unas cifras de 4 millones de ciudadanos romanos, siendo 1 millón el número de ciudadanos en la propia Roma, el número de legiones se fue incrementando a raíz de las conquistas fuera de Italia (Hispania, Siria, Galia…) y de la crisis de la república, siendo así, que tras la batalla naval de Actium que enfrenta a Marco Antonio y Cleopatra contra Marco Vipsanio Agripa (mano derecha de Augusto) en Septiembre del año 31 a.C., Roma se encuentran con la exorbitante cifra de 70 legiones (unos 230.000 legionarios según el historiador Peter Brunt, teniendo en cuenta que muchas de ellas estaban bajas de efectivos tras años de desgaste), con el consiguiente gasto que eso suponía para el Erario de Saturno, el tesoro del estado. La cifra de 70 quedará reducida a unas 25/28 legiones aproximadamente (unos 150.000 hombres en activo), aunque alcanzaremos las 30 legiones en tiempos de Trajano para sus campañas en Dacia y Partia.

¿Qué ocurrió con las legiones restantes? Tras Actium y la conquista de Egipto que da fin a la guerra civil, se disuelven en los años siguientes alrededor de 42 legiones, principalmente aquellas que lucharon en el bando de M. Antonio. Tropas que son licenciadas debidamente, lo que supone la búsqueda de tierras conforme a las leyes de reparto de tierras a los veteranos como pago por sus servicios a la República. Estos lotes de tierra causarán quebraderos de cabeza al princeps Augusto y enfrentamientos con el Senado. Dado el ingente número de soldados a licenciar (número que no menguaba al añadirse cada año más veteranos en edad de retiro), Augusto recurre a expropiaciones entre aquellos desafectos al nuevo orden de gobierno, como ya se venía haciendo desde las proscripciones tras la guerra contra Casio y Bruto, pero siendo insuficiente acabará instituyendo una compensación monetaria que supla a los lotes de tierra y poco después se creará el aerarium militare, separado del Erario de Saturno (el tesoro estatal), para dedicarlo exclusivamente a los fondos para el licenciamiento de las tropas. Augusto donó de su bolsillo 170.000.000 sestercios (42.500.000 denarios) como primer ahorro para el Erario militar.

Volveremos más adelante con las cifras económicas para dar un repaso a la composición del ejército romano bajo esta nueva situación. Tras las primeras reformas que culminan con Cayo Mario y las sucesivas adaptaciones durante la crisis republicana, el ejército que nos menciona Polibio ha cambiado sustancialmente. La legión consta ahora de una única clase de legionarios con un equipo estándar pagado por el Estado. Se compone de 5.500 legionarios y 300 jinetes. Además, a partir de César y en progresión hasta Trajano, se aumenta el número de artillería (principalmente el scorpio) hasta un número de una pieza por centuria (59 piezas de artillería por legión)

Aparte de la legión estándar hay que señalar la sempiterna y olvidada presencia de las tropas auxiliares. Los auxilia, se renuevan con Augusto (aunque ya era algo que se venía dando en años precedentes) y se crean cuerpos de auxiliares profesionalizados, siendo muchos de ellos unidades de élite como los sagittarii (arqueros), funditores (los honderos baleares estaban aquí), contarii (lanceros a caballo o a pié), equites maurorum (caballería ligera que toma su nombre de la caballería mauritana y númida) y otros. Los auxiliares también se dividían en cohortes como las legiones y su número es complicado de establecer. Así, con Augusto nos encontramos tres tipos de cohortes auxiliares (480 soldados) a saber: cohors quinquagenaria equitata (de caballería), cohors quinquagenaria pediata (de infantería) y cohortes mixtas (de infantería y caballería). Con Vespasiano se elevaría elevaría el número de unidades pasando de quinquagenaria a miliaria (de entre 700 y 800 soldados). Estas tropas aliadas ganaban la ciudadanía romana al finalizar el servicio y sus hijos podían enrolarse en las legiones.

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Aparte de estas tropas debemos contar también con la famosa Guardia Pretoriana, cuerpo de élite creado por Augusto (aunque existen precedentes desde la famosa «cohorte de amigos» de Escipión) asentado por Tiberio en el Castra Praetoria (Roma). Su misión era la protección de la familia imperial ya fuese en Roma o luchando con el emperador y las legiones en las fronteras de Roma. Originalmente formados en 9 cohortes de unos 480 hombres por centuria (4.000 pretorianos en total), el número fue variando llegando hasta las 16 cohortes con Vitelio para quedarse definitivamente en 10 bajo Domiciano hasta su disolución por Constantino.

En cuanto al mar, en el año 27 a.C. se establecen dos flotas, la flota sur, Classis Misenensis, con base en Miseno, (Campania) y la flota norte, (Classis Ravennatis), en Ravena (Emilia-Romaña). Una inscripción hallada en Miseno nos arroja los siguientes datos sobre la flota del sur: 11 liburnas, 50 trirremes, 9 quadrirremes, 1 quinquerreme y 1 exarreme. Con el tiempo el número de flotas se ampliará y ajustará según las necesidades y zonas (Rhin, Britania, Alejandría…).

Habría que contar algún que otro cuerpo armado más, como la cohorte de esclavos y libertos (vigiles) creada por Augusto para tareas de policía, bomberos y vigilancia dentro de la propia Roma o las tropas aportadas puntualmente por los reinos clientes del imperio pero estos últimos corrían a cargo de los reyezuelos y los primeros no son combatientes propiamente dicho.

Aparte del componente humano, debemos hacer mención de toda la logística que existe tras un ejército y que supone un esfuerzo económico igualmente desmesurado: establecimiento de guarniciones y materiales de construcción para campamentos o maquinaria de asedio (suele aprovecharse lo que ofrece el terreno pero algunos materiales básicos deben de ser fabricados de antemano y transportados con el ejército), el equipo legionario y la artillería de campaña, la construcción naval, el cuidado y alimentación de los equinos, entre los que se cuentan caballos (más de 300 por legión), mulas (unas 500, una mula por cada contubernio de 8 soldados) y animales de tiro para los carros (bueyes), y por supuesto las provisiones del ejército que obligan a negociar precios con las administraciones locales y reinos aliados.

Dicho esto, entramos en materia de sueldos (de «solidus», moneda que sustituye al denario durante el Bajo imperio). Tomaremos el denario como moneda de referencia por ser la más habitual junto al sestercio (1 sestercio = 1/4 de denario) en las transacciones comunes. Para hacernos una idea, según unas tablillas encontradas en Pompeya entorno al 79 a.C., el gasto diario en comida para una familia de artesanos de dos miembros y un esclavo sería de 6 sestercios (1’5 denarios), comprar una túnica 15 sestercios (3’75 denarios) y 1/3 de litro de aceite costaría 1 sestercio (0’25 denarios)

Siendo así el sueldo de un legionario romano en tiempos de Augusto era de 255 denarios al año, es decir que para una cifra de 28 legiones el Estado Romano tenía que pagar 39.270.000 denarios anuales. Los Pretorianos cobraban 750 denarios anuales, lo que da una cifra de 3.000.000 de denarios. Los auxiliares cobraban entre 100 denarios y 200 denarios diferenciando entre jinetes e infantes. Es muy complicado hacer una estimación de tropas auxiliares en activo junto a esas 28 legiones así que tomaremos una cifra totalmente subjetiva (y a la baja, creemos) de 2 cohortes quinquagenarias por legión romana (960 auxiliares) para una cifra final de entre 2.688.000 denarios y 5.376.000 denarios. El sueldo del servicio en la armada es aun más complicado de estimar y para simplificar tampoco incluiremos los sueldos de los oficiales (desde la baja oficialidad: optio, centurion, signifer… hasta la alta: tribuno, legado…) que obviamente era mayor al del legionario.

En total tenemos una cifra probablemente mayor a los 50 millones de denarios anuales sólo en el pago de las soldadas (repetimos: sin contar los sueldos de la oficialidad).

En campaña los soldados también podían tener ingresos extra debido a los botines de guerra, de hecho es lo que esperaba todo legionario ya que el sueldo base no daba para mucho pero si tenía suerte podía llevarse un buen botín a casa al terminar el servicio. El botín se repartía proporcionalmente entre todos los componentes del ejército e iba a parar a las cajas de los soldados. Para el Cónsul, Procónsul o mando superior de esas tropas, el botín suponía el medio para recuperar la inversión en el ejército (inversión del Estado… o de su propio bolsillo ya que la mayoría de las veces el Senado era tacaño en cuanto al cofre de guerra para una campaña) y obtener beneficios, especialmente con la venta de esclavos.

Pero ahí no queda todo. Cuando el ejército se profesionaliza tras las reformas de Cayo Mario (por tanto no es el ejército descrito por Polibio), al legionario se le debe de pagar el licenciamiento siempre que presente su código de buena conducta durante sus años de servicio (lo que equivale a tener un expediente militar impoluto). Este licenciamiento consistió en lotes de tierra de entre el ager publicus de Roma (el terreno propiedad del Estado) y durante las guerras civiles en terreno expropiado a romanos declarados enemigos. Esto tenía una doble finalidad: el legionario pasaba a convertirse en un honrado propietario de tierras con las que subsistir y formar una familia y se establecía fuera de la propia Roma, llevando así las costumbres romanas a otras partes (aculturación). Esto supuso problemas serios entre los senadores terratenientes y los generales que buscaban tierra para sus fieles ya que los primeros habían estado ocupando de una forma un tanto alegal (en cualquier caso, no está claro) el ager publicus. Por ello y dado el ingente número de licenciamientos que Augusto debe realizar tras Actium (recordemos: 42 legiones licenciadas más los legionarios que se iban añadiendo al finalizar su servicio cada año) y la escasez de buenas tierras, el licenciamiento pasa a recompensarse económicamente con 3.000 denarios por legionario, la friolera de otros 462 millones de denarios (sólo legionarios, no estamos contando pretorianos ni auxiliares en este punto), que sumados a los 50 millones en soldadas nos da una cifra superior a los 512 millones de denarios anuales.

Además, el cambio de princeps/emperador solía suponer una «recompensa» a los soldados leales que le habían apoyado en su ascenso o bien para ganarse su apoyo. En la mayoría de las ocasiones la Guardia Pretoriana era la beneficiaria de estas recompensas cuyo «precio estándar por emperador» era de 3.000/3.750 denarios por pretoriano (cifra esta última la que pagó el emperador Claudio a los pretorianos). En el año 193 d.C tras la muerte del emperador Pertinax, los pretorianos subastaron el imperio al mejor postor y el Cónsul Didio Juliano llegó a pagar 6.250 denarios por pretoriano aunque no le duró mucho la suerte en el poder supremo.

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¿Quién pagaba estas cifras astronómicas? Como hemos dicho el Estado sufragaba todos estos casos aunque en muchas ocasiones cónsules como Pompeyo en su campaña contra Sertorio, o princeps como Augusto debían rascarse el bolsillo. Dado que la principal ventaja de ser ciudadano romano era el hecho de no pagar impuestos (sólo pagaban impuestos indirectos: de sucesiones, letrinas, juicios y otros) todo esto se financiaba a través de los impuestos que pagaban los ciudadanos no-romanos del imperio, sobretodo los que tenían estatus de peregrino (hasta Vespasiano, que otorga la latinidad a los peregrinos), seguidos de los ciudadanos con derecho latino y los tributos recibidos por los reinos clientes del imperio o los enemigos derrotados. A los descontentos entre las diferentes capas de población y regiones por los impuestos (con los que obviamente también se cubrían otros gastos), hay que añadir y tener en cuenta el hecho de que el tesoro del Estado (Erario de Saturno, ya que se guardaba bajo este templo, en Roma) pudiese estar vacío, algo más habitual de lo que suponemos, especialmente durante la fase final de la República. Esto llevó, como ya hemos visto, a la creación del Erario militar por Augusto, así como a una serie de impuestos indirectos a los ciudadanos romanos que iban destinados especialmente a esta caja militar como fue el caso del controvertido Vicesima Hereditatum, un impuesto del 5% por herencias, que iba destinado al pago de los licenciamientos. También se elevó el número de años de servició militar para reducir estos costes: 20 años para los legionarios, 16 para los pretorianos.

Aun así esto seguía siendo insuficiente y el pago a las legiones continuó siendo un problema constante que dará lugar a sobornos a legiones y pretorianos cada vez que alguien quiera dar un cambio de manos al poder establecido, y a motines de legiones concretas por el retraso en los suelos.

Por último, aunque las abrumadoras cifras y sus consecuentes problemas y los datos sobre la falta de fondos en el Tesoro estatal nos asusten, debemos recordar la progresión que tenemos desde Polibio y las 8 legiones anuales (4 legionarias y 4 de los socii latinos) hasta las 70 legiones de Augusto en tan sólo un siglo tras la muerte del historiador. Este número sólo pudo ser debido a dos causas principales. En materia humana por la tasa de natalidad de la Roma, que aun con crisis severas como la campaña de Anibal eran capaces de seguir sacando nuevas legiones cada año y posteriormente durante el siglo I a.C. por la incorporación de grandes grupos de nuevos ciudadanos romanos italianos. En materia económica por la propia fortuna de los mandos superiores, que eran capaces de reclutar legiones por su propia cuenta. Ya hemos visto los más de 42 millones de denarios de Augusto al Erario militar, pero tenemos ejemplos en personajes como Pompeyo Estrabón (padre de Pompeyo Magno) o Craso reclutando tropas durante la primera guerra civil, Pompeyo Magno en múltiples ocasiones durante su dilatada carrera o Julio César, que llegó endeudarse de forma severa para preparar la campaña de las Galias, así como los prohombres (y mujeres como Fulvia y, en el reino cliente de Egipto, Cleopatra) de los múltiples bandos tras el asesinato de César en el 44 a.C., desde Casio (requisando fondos en las provincias orientales), Décimo Bruto intentándolo en la Cisalpina o Lépido reuniendo tropas en Sicilia y África. Todos estos ejemplos quizás nos den una idea de la exorbitante riqueza que tenía la clase senatorial romana en comparación a las arcas estatales exhaustas por el coste de los ejércitos en guerra.

Para reflexionar:

  1. Normalmente pasamos por alto el coste que supone un ejército para el Estado en pro de los resultados. El aficionado a la historia militar romana seguramente será conocedor del número de legiones, distribución y hoja de servicio pero, ¿somos conscientes del gasto que suponía?
  2. La progresión en la cantidad de soldados en apenas siglo y poco desde el historiador Polibio hasta Augusto es increíble, ¿teníamos conocimiento de ello?, si a nosotros nos llama la atención, ¿tenemos conocimiento de que resulte llamativo para los cronistas de la época?, ¿cómo se explicaría que no fuese tan raro?
  3. En el artículo nos hemos centrado en el componente humano, pero debemos reflexionar sobre los gastos que hemos pasado por encima: toda la logística que conlleva un ejercito de esta tamaño: desde la fabricación de tachuelas para las botas legionarias hasta el heno necesario para alimentar a un caballo y mantenerlo saludable y fuerte para poder combatir pasando por el componente humano civil que participaba igualmente en campaña (desde espionaje y embajadas hasta comerciantes)
  4. Estando en plena época de crisis, ¿qué supone para nosotros la amenaza de un Tesoro vacío?, ¿sería el mismo pensamiento para los romanos del siglo I a.C.?
  5. ¿Que nos supone la presencia de personalidades capaces de tener unos fondos mayores a los del Estado?
  6. ¿Qué cifras conocemos para los ejércitos actuales?
  7. El gasto militar era una pesada losa para el Estado y a la vez, suponía la seguridad de un Estado capaz de competir con el resto de potencias mediterráneas. En el caso romano, ¿podría haber sido de otra manera?.
  8. El ejército romano garantizaba la forma de vida romana y tenía un papel claramente de agresión hacia el exterior. Lejos de tópicos y slogans publicitarios ¿cual es el papel de nuestras fuerzas armadas?, ¿y de las fuerzas armadas de los Estados de nuestro entorno?. Teniendo esto en cuenta: ¿hay otros modelos de fuerzas armadas?

Para saber más:

  • Le Gall, J. y Le Glay, M . El imperio romano. El Alto imperio, desde la batalla de Actium hasta la muerte de Severo Alejandro (31 a.C. – 235 d.C). Akal, pueblos y civilizaciones (1995).
  • López Barja de Quiroga, P y Lomas Salmonte, F. J.. Historia de Roma. Akal textos (2004)
  • Arbizu, J. M. Res publica oppressa. Política popular en la crisis de la república (133 a.C. – 44 a.C.). Editorial Complutentse (2000)
  • McCullough, C. Antonio y Cleopatra (Señores de Roma VII volumen). Editorial Planeta (2008). Citamos el último volumen por ser el que trata el ascenso de Augusto (donde el pago a las tropas tuvo mucho que ver) pero toda la serie de «Los señores de Roma» siempre es son novela altamente recomendables.
  • Un estupendo glosario sobre todo lo relativo al ejército romano lo podeís encontrar en la ya veterana legionesromanas.com