Las cartas de el-Amarna: Diplomacia en el mediterráneo oriental en torno al siglo XV a.C.

enero 27, 2017 Escrito por: Tablilla De Cera - 1 comentario

Hoy en día sabemos que la diplomacia se mueve entre tratados, conferencias, servicios secretos, espionaje al más alto nivel de sofisticación así como intervención de potencias mediadoras y organismos supranacionales como el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o el Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea. Recientemente hemos visto el ejemplo histórico del Congreso de Viena de 1814 (La Tablilla de Cera: Los Estados tapón entorno al Congreso de Viena) y en nuestro juego semanal en Redes Sociales de #artefactoscuriosos hemos visto algunos documentos diplomáticos medievales.

Sabemos también que la diplomacia es uno de los pilares del Estado y que marca su relación con otras regiones del mundo (e incluso con territorios dentro del Estado). Es el arte de obtener beneficios o evitar perjuicios: de las relaciones diplomáticas surgen guerras o fructíferos acuerdos comerciales, caen países o nacen otros, se forman alianzas y bloques enfrentados. En diplomacia el Estado es un ente propio que negocia o discute con un igual, con un superior o con un inferior, representados todos ellos por una persona (un embajador) o un organismo (un ministerio de exteriores). Por tanto los ciudadanos del Estado quedan supeditados y englobados dentro de esta idea del Estado, al margen de la diferencia de opiniones y políticas internas. No son los ciudadanos los que negocian con los ciudadanos de otro país, es un debate individual entre ambos entes que en principio, defienden las ideas y valores principales de los ciudadanos que lo engloban. Sobra entrar en ejemplos respecto a este párrafo, nos resultará bastante fácil recordar algún tratado comercial actual, conferencias de paz, bloques de Estados enfrentados o en tensa calma, así como negociaciones fallidas que acaban en guerras.

En esta ocasión nos alejamos de esta diplomacia que conocemos y vamos a retrotraernos unos cuantos siglos atrás para preguntarnos sobre las formas diplomáticas que se usaban en el mediterráneo oriental entorno al siglo XV a.C. Hablaremos de diplomacia entre hittitas, los grandes Estados mesopotámicos, Egipto y el caso especial de la isla de Chipre y otros reinos menores para intentar ver similitudes y diferencias respecto al modelo actual.

Nuestra fuente principal para tratar este tema son las cartas de el-Amarna, una ingente cantidad de tablillas de arcilla que contienen la correspondencia entre Egipto y los Estados del mediterráneo oriental y Mesopotamia entorno al reinado de Akenatón (1350 – 1330 a. C.). Esta correspondencia se encontró en el yacimiento de Aketatón (hoy Amarna), ciudad de vida breve fundada por Akenatón, entre cuyos edificios se encontró un archivo con toda la correspondencia internacional.

Principales potencias según las cartas de Amarna. vía: wikipedia

Sobre la situación internacional del periodo vamos a limitarnos a adjuntar un mapa para situar los Estados de los que hablaremos y a remitirnos a un artículo publicado hace algunos meses en La Tablilla de Cera (La Tablilla de Cera: El pecio de Ulu Burun: reconstrucción de una empresa comercial en el siglo XIV a.C.), donde aparece un apartado sobre el contexto internacional que no varía demasiado respecto a lo que vamos a tratar.

Ya entrando en materia el primer dato que nos llama la atención es el idioma y el sistema de escritura: acadio en escritura cuneiforme. El cuneiforme se realizaba mediante incisiones en la tablilla de arcilla con una cuña formando pictogramas (signos que representaban de una forma más o menos real objetos o ideas: un carro, una cabeza, la lluvia…) y es uno de los primeros sistema de escritura de la humanidad. El acadio es la lengua de Acad, uno de los pueblos más relevantes situado de la Baja Mesopotamia. ¿Por qué el archivo egipcio de el-Amarna se escribe en acadio y mediante tablillas? las cartas de el-Amarna son correspondencia internacional, de carácter comercial, religioso o diplomático, así que debemos entender el acadio como el inglés en la actualidad; vendría a ser el idioma internacional (el babilonio también lo era). Los escribas utilizarían el sistema internacional en cuneiforme acadio para la correspondencia (de hecho la escritura presenta algunas formas extrañas en los pictogramas -posibles erratas o faltas ortográficas- fruto del dialecto utilizado y de un idioma que no era el propio de los escribas egipcios) y luego se especula que guardarían copia para la administración en soporte de papiro y en idioma egipcio.

¿Qué podemos destacar de esta correspondencia para ver las pinceladas generales del discurso diplomático en el siglo XV a.C.? para empezar existe una clara diferenciación entre el «nosotros» y el «ellos». Este egocentrismo es especialmente fuerte en Egipto y algo más tolerable en el resto de Estados, quizás fruto del mayor aislamiento geográfico y el consiguiente menor territorio de frontera compartido. Se entiende que todo lo que no forma parte del «nosotros» es extranjero y por tanto se considera, extraño e inferior:

“Los que siembran en verano y recogen en invierno” [referido a los asiáticos]

La asimilación del extranjero a la cultura egipcia se equipara a la educación de los niños e incluso a la domesticación de los animales. Al extranjero hay que educarle para que hable correctamente la lengua superior (en este caso la egipcia) en lugar de hablar idiomas que son asimilables al de los animales:

“El león salvaje depone su furia, y se asemeja al tímido asno. El caballo acepta los arreos, y obediente sale fuera. El perro obedece las palabras, y camina detrás de su amo. El simio lleva el bastón aunque su madre no lo llevara. La oca regresa del estanque, cuando van a encerrarla en el corral. Se enseña al nubio a hablar egipcio, y también al sirio y a otros extranjeros”

A pesar de esta visión centralista y superior, tanto la Corte del Faraón como las del resto de Reinos debían ajustarse al lenguaje diplomático, que al igual que en otras épocas estaba lleno de toda una serie de normas y prácticas aceptadas entre los diferentes Reinos. Así, los monarcas y el cuerpo diplomático entienden que existe una diferenciación entre Grandes Reyes y Reyes menores: los Grandes Reyes comúnmente aceptados como tal en las cartas de el-Amarna son: el Rey de Egipto, el Rey de Hatti (península de Anatolia), el Rey de Mitanni (Alta Mesopotamia) y el Rey de Karduniash (Babilonia).

Según Mario Liverani, (uno de los historiadores más destacados en temas del Antiguo Oriente), en las cartas de el-Amarna y en testimonios similares que se han logrado recuperar se da lo que ha venido a llamar «ideología de la fraternidad». Estos Grandes Reyes se citan como hermanos entre si y reiteran en multitud de cartas la idea de no causarse daño, de tratar bien al contrario y de amarse compartiendo recursos y hasta dioses. Esta hermandad no nos puede parecer del todo extraña ya que en muchos casos los reyes podían estar emparentados a través de los múltiples intercambios de esposas reales siendo el caso más destacable el del monarca egipcio, que demandaba princesas orientales para su harén real. Tener una variedad heterogénea de esposas era un símbolo de prestigio para el monarca ya que en forma teórica, teniendo en su harén una princesa asiria, él tenía «parte de Asiria» entre sus dominios o ámbito e influencia.

Entre los monarcas de menor peso internacional no estaba tan aceptada esta fraternidad y resultaba confusa. Un ejemplo lo podemos observar en una carta del Rey de Amurru al Rey de Ugarit, donde siendo ambos monarcas menores, el primero trata de explicar el concepto de fraternidad al segundo:

“Hermano mío, mira: tú y yo somos hermanos. Hijos de un solo hombre somos hermanos. ¿Por qué no habríamos de estar en buenos términos entre nosotros? Cualquier deseo tuyo que me escribas, lo satisfaré; y tu satisfarás mis deseos. Somos una unidad.”

Por otro lado la correspondencia entre los Grandes Reyes y los reyes menores nos presenta problemas diplomáticos relacionados con el protocolo apropiado respecto a esta «fraternidad». En algunos casos era motivo de enfado al considerar como insulto que un monarca se dirigiese a otro como «hermano». Así respondía el rey hitita, un Gran Rey, al rey asirio, de menor peso internacional:

“¿Por qué habría yo de escribirte en fraternidad?. ¿Acaso somos hijos de la misma madre?. Así como mi padre y mi abuelo no escribieron al rey de Asiria en fraternidad, tampoco tú me escribas en fraternidad”

Escritura cuneiforme acadia en una de las tablillas de arcilla de el-Amarna

En otros casos los monarcas de las potencias del Antiguo Oriente debían tolerar a regañadientes esta hermandad a reyes menores. El caso más paradigmático es el del Reino de Alashiya (actual Chipre), que aun siendo un reino (y hasta un conjunto de reinos) de escasa importancia internacional, se carteaba de tú a tú con las grandes potencias del periodo debido, primero a su geografía isleña que lo hacía de difícil conquista y posterior control territorial y segundo por sus importantes fuentes de cobre (materia prima tan vital como el cereal o la madera), que abastecían a todo el Oriente y convertían a la isla en un territorio con el que llevarse bien. Alashiya consiguió jugar sus bazas buscando el proteccionismo de Egipto y sobretodo de Hatti según le convenía hasta que fue finalmente absorbido dentro de la órbita hitita en su época final, antes de su caída frente a los Pueblos de Mar entorno al 1200 a.C.

«Mensaje al rey de Egipto, mi hermano. Así habla el soberano de Alashiya, tu hermano: […] Envía tu mensajero con celeridad junto con el mío y te mandaré todo el cobre que desea mi hermano. Tú eres mi hermano; debes enviarme plata, mi hermano, una gran cantidad. Concédeme la mejor plata y entonces te enviaré, mi hermano, todo lo que me pidas.»

Cuando el protocolo estaba claro y el reyezuelo aceptaba su condición, la hermandad quedaba descartada y se usaban otras formas diplomáticas. En este caso observamos la petición de Rib-Hadda, Rey de Gubla, ciudad identificada con la bíblica Biblos (zona del Líbano actual), prácticamente en el límite de influencia de Egipto. Rib-Hadda pide tropas a su señor ante la llegada de los Apiru, una tribu seminómada que todas las fuentes próximo orientales (tanto egipcios, como sumerios o acadios), señalan como fuente de problemas (bandidaje). En este caso los Apiru han sido contratados por Abdi-AŠirta, que conocemos como un rival político de Rib-Hadda.

«Rib-Hadda dice a su señor, el Rey de Tierras, el Gran Rey, el Rey de la Batalla: Pueda la Señora de Gubla [referido a la deidad tutelar de Gubla] conceder gran poder al soberano, mi señor. A los pies de mi señor, mi Sol, me postro siete veces y otras siete. Sea informado que desde la llegada de Amanappa [destacado oficial egipcio que aparece en varias cartas], todo el Apiru se ha volteado en mi contra por instigación de Abdi-AŠirta. Escuche mi señor las palabras de su sirviente, y envíeme una guarnición para defender la ciudad del rey, hasta que lleguen los arqueros. Si no hay arqueros, entonces todas las tierras se unirán con el Apiru.»

En otra misiva de un vasallo al monarca egipcio observamos un protocolo muy similar, lo que nos da cuenta de las formas establecidas para estos casos. Biridiya es otro príncipe dentro del ámbito de influencia egipcia, en este caso de la estratégica Meggido, que en este caso es amenazada por Labaya, un reyezuelo cananeo.

«Al rey, mi señor y mi sol, digo esto: así habla Biridiya, el fiel sirviente del rey. A los pies del rey, de mi señor y de mi sol siete veces y otras siete me postro. Sea el soberano, mi señor, puesto sobre aviso que debido a que los arqueros han regresado a Egipto, Labaya ha emprendido una guerra en mí contra.»

La respuesta del faraón a estas peticiones de socorro se escribe en un lenguaje más duro que recuerda al de un padre severo apremiando a su hijo. Aquí, el Rey de Egipto responde a la petición de ayuda de Endaruta de Akshapa (cerca de la medieval Acre, en Galilea).

«Para Endaruta, el gobernante de Akshapa, digo: así comentó el rey. Él le envía esta tablilla para decirle que esté en guardia, custodie el sitio del rey donde se encuentra. Observe, el soberano le envía a Hanni […]. Preste mucha atención a todo lo que él le diga, de modo que el rey no encuentre faltas en usted. […] No sea negligente.[…] De hecho, él [el Rey] le alcanzará muy rápidamente, y decapitará a los enemigos del soberano.»

Esquema de William Matthew Flinders Petrie del lugar donde se encontró el archivo de el-Amarna

También es interesante hablar sobre la importancia clave del mensajero, sin la cual no podemos entender estas relaciones. El mensajero es a la vez la persona que lleva la carta, el embajador que actúa como diplomático y en ocasiones el rehén o el invitado agasajado. Este mensajero tiene que ser necesariamente alguien cercano al rey, de importancia y prestigio dentro de la Corte. Los mensajeros iban y venía a lo largo del corredor sirio-palestino siguiendo la misma ruta que apreciamos en las campañas militares entre Egipto y Hatti por el control de la costa mediterránea y se calcula que su viaje duraría un año entero entre ida, estancia y vuelta, siempre que no se le retuviera como rehén pues si esto ocurría generalmente pasaba otro ciclo anual como mínimo en la Corte del país extranjero. Sea como fuere los mensajeros eran tratados según las reglas de hospitalidad, comían en la mesa del Rey, se les invitaba a las fiestas de la Corte y se les trataba según el protocolo asignado a la nobleza. Esta retención de los embajadores era un movimiento diplomático más ya que según estas mismas normas de hospitalidad, el mensajero era una persona libre y podía marcharse cuando quisiera pero… en un contexto diplomático marcharse sin el consentimiento del rey anfitrión era un insulto hacia su persona así que los reyes, si les interesaba retener al mensajero, simplemente esquivaban el tema de su partida. Respecto a esto, leemos en la documentación este comentario satírico:

“¿Qué son los mensajeros?, ¿acaso son aves que pueden volar y marcharse?”

Aparte de su prestigio y linaje, ¿por qué eran importantes estos mensajeros y cuales eran sus funciones reales?. En un mundo de escribas donde eran estos los que leían y escribían, se hace necesaria la presencia de alguien que no solo lea la carta, sino que para evitar problemas derivados de una mala interpretación lingüística o de formas, exponga el asunto a tratar con sus palabras y esté plenamente capacitado para actuar en nombre de su Rey y dialogar o discutir la solución. Conocemos mensajeros que tenían capacidad para declarar guerra o paz según su criterio, como es el caso del mensajero que envió el hitita Tudhaliya IV a Salmansar I de Asiria, el cual presenta dos cartas hostiles en primer lugar como acto de bravuconada, y finalmente al observar que los asirios no se amedrentan sino que responden con igual hostilidad, presenta una tercera carta en el mismo viaje, con un estilo mucho más pacífico y con la cual consigue evitar una inminente batalla entre ambas potencias.

Estos ejemplos nos dan cuenta de la intensa actividad diplomática del periodo. Mediante estos contactos se establecían pactos, se declaraban, intervenían o evitaban guerras y se comerciaba en busca de las materias primas que otros Estados necesitaban (en La Tablilla de Cera: Tartessos. Mito y realidad vimos algunos ejemplos a través del Antiguo Testamento del intenso contacto comercial entre fenicios e israelitas). También tenemos ejemplos de solicitud de dioses de un Estado a otro, lo que nos da ejemplo de la mezcla cultural y religiosa en el siglo XV a.C. y nos recuerda a ciertas prácticas religiosas actuales: ante una sequía un monarca podía escribir a su «hermano» en otro reino para que le enviase en procesión a la deidad relacionada con la lluvia (su estatua), entendiendo así que si la deidad propia no conseguía hacer llover, no había problema en recurrir a una deidad extranjera con fama para solucionar estos casos.

Aunque algunas prácticas y el tono empleado nos resulte curioso, las cartas de el-Amarna y otros testimonios supervivientes hasta nuestros días nos muestran una situación internacional que no difiere demasiado de la actual, con superpotencias claramente establecidas en pugna por el control de Estados menores o con intención de mantener el status quo, un lenguaje diplomático lleno de formulas establecidas y unas serie de prácticas sucias (como la retención de mensajeros) o peticiones recurrentes que hacen florecer el comercio, el intercambio cultural y las influencias religiosas.

Para reflexionar:

  1. ¿Cual es la idea previa que teníamos sobre la diplomacia en esta época remota antes de leer el artículo?
  2. ¿Somos conscientes del intercambio cultural en ambos sentidos que existe en los contactos diplomáticos?, ¿es esto positivo o negativo?
  3. ¿Podemos establecer las mismas bases (centralismo, fraternidad, fórmulas establecidas…) para otras épocas como la actual?
  4. ¿Existe la diferenciación del «nosotros» y «ellos» en nuestros días?, ¿de qué manera?
  5. ¿Cómo evoluciona el papel del mensajero o diplomático?
  6. ¿Qué otros problemas diplomáticos derivados de un mal uso del lenguaje y las fórmulas diplomáticas (a propósito o de forma inocente) conoces o recuerdas?
  7. ¿Conoces algún ejemplo donde este uso incorrecto sea a propósito y aun así el ofendido deba guardar silencio?
  8. ¿Qué nos transmite el ejemplo de la solicitud de dioses?, ¿nos recuerda a alguna práctica religiosa habitual?

 

Para saber más: