Nacionalismo y su relación con la Historia.

septiembre 17, 2015 Escrito por: Tablilla De Cera - 7 comentarios

Tema complicado y necesario el de este mes. Intentaremos hacer una aproximación al nacionalismo como fenómeno social, su formación y las estrechas relaciones que tiene con la Historia y para ello necesariamente debemos tocar temas de historiografía y antropología histórica.

Patria, Estado, nación y nacionalismo son conceptos tan actuales que no hay día en el que no escuchemos hablar sobre ellos o los usemos indiscriminadamente en cualquier charla, pero si nos detenemos a pensar en ellos, ¿cómo los podemos definir?, ¿son realmente sinónimos?, ¿los usamos apropiadamente?.

Tratar este tema necesariamente nos lleva al ámbito de los sentimientos patrios: una persona puede amar su territorio, creerlo como algo diferente al resto y esta diferenciación conlleva generalmente un rechazo hacia el exterior y por tanto el conflicto con otra persona cuyo sentimiento patrio es opuesto. Esta es la base de los nacionalismos, una característica que aparece prácticamente en todos los casos.

Pero este sentimiento del «ser diferente» necesita de un apoyo que ponga las bases y las razones de esa diferenciación y esto se busca en la historia y en la lengua en su mayor parte y en menor medida, en la religión y la geografía o geopolítica. Englobando estos factores se crea una homogeneidad, una conciencia nacional, y la persona pasa a formar parte de un grupo étnico con el que comparte todos esos factores. No obstante, causas pasadas y presentes como la emigración, la guerra o las influencias socioculturales, nos impiden hablar de una nación homogénea real. En general se calcula que tan sólo una cuarta parte de los Estados son étnicamente homogéneos: el profesor de ciencia política Walker Connor establecía en 1972 que tan sólo 12 de las 132 naciones-estado podían considerarse étnicamente homogéneas, tan sólo 20 de las 132 contaban con un 90% de su población étnicamente homogénea y el 40% de las naciones-estado contaban con hasta 5 grupos étnicos mayoritarios. Así pues para explicar esto, Benedict Anderson, historiador y politólogo, acuñó en 1991 el término «comunidades imaginadas» para aquellos grupos étnicos que desean un estatus autónomo y por tanto construyen una base homogénea según los factores que hemos visto. Esto es válido tanto para nacionalidades reconocidas como para las no reconocidas.

¿Cual es la diferencia entre Estado y nación? los conceptos son complicados y nos obligan a retrotraernos a las descripciones geográficas de autores como Estrabón o Julio César: La palabra hacía referencia a una tribu o grupo étnico que compartía elementos comunes (lengua, historia, antepasados, geografía…) y que derivaba de natio («nacer»). Sin embargo no era un Estado porque carecía de organización estatal de tipo polis griega según el modelo de Estado antiguo: Atenas, Roma, Cartago o Tiro eran Estados, a diferencia de los eduos, arévacos, sardos o númidas, que eran naciones. Hoy en día sin embargo, nación se usa comúnmente como sinónimo de Estado pero en ciencias sociales se diferencia entre nación-política o Estado-nación (organización política autónoma) y nación-cultural (elementos socioculturales comunes en un territorio). Por último, la palabra patria se define según la R.A.E. como «tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos o afectivos». Observemos que habla de nación y no de Estado y apunta que puede ser natal o adoptiva. Una persona puede sentir patriotismo por un Estado, una nación-cultural, una región (una provincia, una comarca, una ciudad…) o por una organización supranacional (Europa, por ejemplo). Si nación tenía una referencia etimológica en el acto de nacer, patria tiene su origen en la forma femenina del adjetivo patrius-a-um (relativo a los padres) y hace referencia a la terra patria, la tierra de los padres, los antepasados míticos del lugar de nacimiento de la persona o de su familia.

Una vez vistos los conceptos de patria, nación y Estado, vayamos al nacionalismo como tal. Hemos visto que la base sobre la que se asienta está en la Historia y el idioma. El idioma por si sólo no implica sentimiento nacionalista, por tanto no vamos a entrar en detalles para no extendernos demasiado. Vistos los ejemplos de nación y patria, os invito a investigar en la etimología de las palabras y en su evolución teniendo en cuenta las influencias y préstamos de otros idiomas a lo largo del tiempo.

La relación de la Historia con los nacionalismos no es nueva, de hecho tienen un origen común y entrelazado. A grandes rasgos podríamos decir que la Historia como pensamiento histórico y el concepto del nacionalismo surgen a mediados del siglo XVIII, comienzos del siglo XIX, a la vez y uno como consecuencia del otro.

¿Quiere decir esto que no existía Historia o historiadores, antes de esta fecha? Para nada, cualquiera puede recordar nombres como Heródoto, Polibio, Juan de Biclaro o Gregorio de Tours. Sin embargo estos hombres del pasado se encargaban de hacer Historia contemporánea, de su tiempo y no historia global, carecían de conciencia de guardar archivos, se mitificaba el pasado y se basaban en la tradición oral… carecían por tanto, de pensamiento histórico. El pensamiento histórico, es decir, el volver la vista al pasado, a los orígenes, surge, en estas fechas (XVIII-XIX) como consecuencia de la necesidad de justificar las acciones que se estaban llevando a cabo por aquel entonces: el nacimiento de los Estados modernos, el imperialismo colonial y las revoluciones liberales.

Hay que tener en cuenta un detalle que puede parecer muy básico pero que suele pasar inadvertido: Según avanza el siglo XVIII nos encontramos con el fin de las guerras de agresión y conquista y el fin del sistema feudal o clientelar. La comunidad internacional y, cada vez más, la sociedad de un Estado-nación, ya no ven con buenos ojos la agresión de un Estado a otro para anexionar territorios, la red diplomática se hace cada vez más complicada y la guerra pasa a tener un carácter defensivo ante aquellos Estados que no respetan las nuevas formas de derecho y política internacional. Los monarcas pierden su poder absoluto y el Reino ya no recae en su persona sino en un territorio. Hay un suceso clave que marca este cambio, la Paz de Westfalia de 1648 que pone fin a la guerra de los Treinta Años y a la guerra de Flandes (salvo el epílogo que supone la Paz de los Pirineos en 1659). Es la principal y primera reunión diplomática moderna y establece un nuevo orden europeo que supondrá el origen de los nuevos Estados europeos a comienzos del XIX. En ella participan Francia, la Monarquía Hispánica, Suecia, el Sacro Imperio, las Provincias Unidas y algunos Estados menores como Dinamarca. Es aquí cuando se establece el concepto de integridad territorial según el cual todo Estado tiene el derecho y deber de preservar sus fronteras de toda influencia exterior, derecho que no será ratificado de facto con sanciones y reconocimiento real hasta la creación de la O.N.U. en 1945. Además, los tratados de Westfalia suponen la primacía de la soberanía nacional (el poder recae en la nación) por encima de la soberanía absoluta (el poder recae en el monarca), concepto que surge durante la Ilustración, más de medio siglo antes de Westfalia. Nos encontramos aquí ante el comienzo de los Estados modernos y la soberanía pasa de ser una persona en exclusiva (el monarca) a una entidad política territorial organizada de diversas formas.

La libertad guiando al pueblo. Delacroix. Ejemplo de creación de una identidad nacional integradora. De: Artehistoria.com

El nacionalismo surge a comienzos del XIX como una herramienta para hacer frente a la tarea de crear un Estado moderno. Se necesita algo que justifique el hecho de que una serie de territorios diferentes terminen siendo uno solo y adquiera otro nombre (sin la justificación por la fuerza de las armas como ocurría antes). Para ello se recurre al pasado y se construye, desde cero, una identidad nacional forjada en una serie de valores aglutinadores (la comunidad imaginada que decía Anderson), mientras que se busca una diferenciación con el exterior: ¿Qué nos une como pueblo y qué nos diferencia del resto?. En la gran mayoría de los casos siempre hay un enemigo común y opresor que pervive en la cultura popular (de la Francia napoleónica y su paso por España nos han quedado numerosos epítetos que se siguen usando hoy en día de forma despectiva) y de igual forma se recurre a los antepasados míticos que buscaron la unión del territorio y lucharon valerosamente por mantener su estatus autónomo (siguiendo el ejemplo español podríamos citar a Don Pelayo, los Reyes Católicos y Numancia). Debemos tener en cuenta la importancia que supuso la imprenta en todo este proceso para la difusión de las ideas y la asimilación por parte de la población de las mismas, creando conciencia social y grupos de pensamiento (ideológico, religioso, político…). Algo similar a lo que supone la prensa e Internet en nuestros días.

Llegados a este punto necesitamos comprender un poco de historiografía, la evolución de la ciencia histórica o del cómo los historiadores enfocamos la Historia. Al igual que en cualquier otra profesión, la ciencia histórica ha ido evolucionando, aportando o desechando nuevas herramientas y perspectivas y si tenemos varias formas de arreglar el motor de un coche (nuevo o pieza de desguace, realizar una soldadura o poner una pieza nueva), también las tenemos a la hora de enfocar la Historia. Ya hemos dicho que el pensamiento histórico o la Historia como ciencia, nace en estos siglos: es la época de los grandes sabios y de las grandes enciclopedias. Historiadores como Mommsen, Droysen, o Foustel de Coulanges son los grandes pensadores de la época y la base desde la cual han partido muchas investigaciones históricas hasta prácticamente nuestros días (qué decir de las teorías de Schulten, sobre Tartessos). Aparte de esto, lo que nos interesa ahora es que también tuvieron un papel preponderante en la creación y difusión de las nuevas ideas nacionales del XIX.

La «Pequeña Alemania» De: wikipedia.es

Ejemplo de ello y de cómo funciona el proceso aglutinador y la justificación histórica de un territorio lo tenemos en autores como Droysen, al que debemos el término «helenismo» (correspondiente al periodo que inicia Alejandro Magno en Grecia), que usó como modelo de unificación positiva de las culturas griegas en una mayor y más potente para la propia unificación alemana. Droysen creaba similitudes entre la pequeña Macedonia como impulsora de la unificación helénica y la pequeña Prusia, que debía de ser impulsora de la unificación alemana según el modelo de la «Pequeña Alemania» que defendían personajes como Bismark por contraposición a la «Gran Alemania», que defendía el protagonismo de Austria en este proceso. Junto a Droysen estaba Mommsen, (uno de los historiadores más leídos para los estudiantes de Historia romana), justificando un Estado Prusiano fuerte, basándose en la fortaleza del Principado de Augusto y la tarea de César Augusto para llegar a la creación del Principado.

En Inglaterra, donde tories (conservadores) y whigs (liberales) buscaban una refundación de sus viejos postulados en la nueva Inglaterra y su intensa vida política, George Grote analizaba la democracia imperialista griega como algo beneficioso, en paralelo al fenómeno colonizador e imperialista inglés. Eso si, olvidando algunas de las características de la democracia griega: la enorme división de clases sociales y el papel de la mujer o del extranjero.

En Francia, Foustel de Coulanges, tras abandonar Estrasburgo debido a la anexión alemana de los territorios franceses de Alsacia y Lorena, se centra en las instituciones francesas medievales, tratando de alejarlas del derecho germánico medieval, la diferenciación frente al contrario opresor.

Teniendo en cuenta estos ejemplos, inevitablemente surge la pregunta: Si son historiadores los que participan en la creación de las nacionalidades del siglo XIX, ¿significa que los nacionalismos son justificados? como hemos visto anteriormente, lo que se procura es la búsqueda de unos orígenes y características sociales comunes, unos tópicos y unas ideas preconcebidas respecto al propio y al de fuera. Esto supone inevitablemente que en el proceso de creación se pierdan los detalles y aunque no es nuestro objetivo justificar o negar el proceso nacionalista de cualquier nación cultural (sea actualmente Estado-nación o no), si que podemos afirmar que la manipulación histórica es clave en este proceso pues se abusa de las generalidades y se niegan los detalles que son claves. Mediante este proceso, se atribuye a las gentes del pasado un pensamiento y conceptos puramente modernos y un sentimiento nacionalista que antes del siglo XIX no podía existir. ¿Estaban pues errados aquellos historiadores? lo que debemos comprender ahora aun a costa de resultar redundantes es lo siguiente: lo que diferencia a un aficionado a la Historia de un historiador de carrera es el método, la forma de enfocar la Historia. El método, la escuela o corriente histórica de aquellos historiadores (todos los citados además, fueron políticos) se adscribe en gran parte dentro de la escuela positivista, historicista o corrientes similares, todas ellas abogaban por un seguimiento literal de las fuentes históricas y la nula o escasa interpretación por parte del historiador. Para entenderlo mejor: cuando un escritor greco-latino hablaba de Hispania, se refería a España.

Estas corrientes historiográficas están ampliamente superadas hoy en día por métodos más objetivos y racionales, con varias corrientes históricas que enfocan la Historia desde el punto de vista crítico, prestando atención a los detalles. Para un historiador perteneciente a la escuela o corriente de las ideas o del pensamiento (escuela a la que se adscribe esta web), la asimilación de Hispania con España es errónea, ya que éste último se trata de un concepto que nace entorno a las fechas que estamos tratando, mientras que Hispania era una demarcación geográfica y administrativa romana. Los Íberos (otra asimilación positivista con España) carecían de conciencia nacional, se trata de una serie de grupos étnicos, con algunas similitudes culturales… a ojos de los grecolatinos, que normalmente guerreaban entre sí por el control y sometimiento de un territorio según las ambiciones de la clase aristocrática dominante o de los grupos expulsados de su comunidad (como el caso de Viriato en la Lusitania). Los grandes héroes mitificados del pasado como Don Pelayo, obedecen a un contexto históricos concreto y a unas necesidades y ambiciones personales (de hecho, el concepto de reconquista es discutible y se entiende hoy en día entre la comunidad científica como un medio de justificación histórica de los nuevos reinos peninsulares, un reclamo del antiguo pasado visigótico que de facto tenía características distintas). La tarea de la nueva historiografía es la de prestar atención al individuo en su contexto histórico y evitar aplicar conceptos modernos a sucesos antiguos, sin embargo a poco que pensamos, esta visión racional, menos épica y poética plantea problemas a la hora de elaborar o justificar una identidad nacional.

Como conclusión podríamos señalar que la creación del nacionalismo como herramienta social a finales del XVIII, comienzos del XIX, ayudó -muchas veces violentamente- a la creación de los nuevos Estados y a la formación de identidades nacionales actuales (autónomas o no). Es por tanto un proceso histórico enmarcado en su contexto. A la hora de analizar el fenómeno nacionalista y al margen de nuestra ideología, tengamos primero en cuenta que es distinto del sentimiento patriótico y no un sinónimo y a la vez, tengamos siempre presente que nos encontramos ante una construcción social (volvamos a recalcar la idea de las comunidades imaginadas de Anderson) que pone el acento en una serie de tópicos o elementos generalizadores, en la diferenciación ante el exterior, en que pierde y niega los detalles y que, por tanto, no nos presenta una realidad histórica objetiva.

Para reflexionar:

Prescindiremos este mes de una serie larga de puntos a reflexionar porque la reflexión o reflexiones me parecen obvias a lo largo del texto. Tan sólo quedan por añadir los que me parecen más importantes que el  propio texto:

  • ¿De qué forma y hasta que punto influyen la identidad nacional y los sentimientos patrios a la hora de hablar en la calle o entre conocidos sobre este tema?
  • ¿En qué elementos de nuestra sociedad actual podemos encontrar una construcción intencionada de nuestra propia identidad nacional? y repito: de nuestra propia identidad nacional-cultural, no de nuestra nación-política.
  • ¿Cómo y de que forma nos afecta el ataque a nuestra identidad nacional?
  • Extra: ¿El proceso de creación de una identidad nacional puede extrapolarse a otros grupos sociales?

 

Para saber más:

Hay mucho escrito sobre este tema, pero desgraciadamente es complicado separar el grano de la paja en busca de algo objetivo sin intenciones políticas y lo que hay, también desgraciadamente, es bastante técnico y poco divulgativo.

Citaré tan sólo las referencias de Connor y Anderson que he mencionado para aclarar conceptos:

  • Connor, W. Nation-building or Nation-destroying. World Politics 24 (3).  (1972)
  • Anderson, B. Imagined communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. Ed. London: Verso; 2006 (primera ed. 1991)

Para tener una base desde la que partir, no queda otra que citar el gran trabajo de Conrad Phillip Kottak, que aunque ya tiene sus años va por la 16a edición y es el manual básico de cualquier antropólogo. A pesar de ser una obra científica, el lenguaje es asequible para cualquier curioso:

  •  Kottak, C. P. Antropología cultural. Ed. McGraw-Hill, 2011

Y por último, como obra más divulgativa y de ensayo, es obligatorio citar a Amin Maalouf en cualquiera de sus obras, pero especialmente:

  • Maalouf, A. Identidades asesinas. Alianza editorial, 2005.