Patrimonio y Turismo. Un recorrido histórico.

mayo 29, 2020 Escrito por: Tablilla De Cera - No hay comentarios

Patrimonio y turismo, ¿qué entendemos al usar estos conceptos?. En el siguiente artículo haremos un recorrido histórico hablando de viajes, de monumentos y de cuando empieza a crearse la idea actual de conservación y protección del patrimonio y los viajes turísticos culturales.

Cuando planeamos una visita cultural a cualquier sitio arqueológico, museo, monumento o en definitiva, un sitio relacionado con la Historia, estamos prestando atención al patrimonio histórico, sentimos cierta atracción hacia los restos del pasado y entendemos -en general-, que son lugares a conservar y proteger. El mismo concepto de patrimonio histórico nos da cuenta de este imaginario colectivo en torno a esta idea de conservación, visita, promoción y protección.

¿Esto fue siempre así?, ¿cuando nace la idea de proteger los restos anteriores a nuestro presente?, ¿cuando nacen los viajes turísticos o el turismo?, ¿en el mundo medieval o antiguo existe esta preocupación y este viaje para observar los restos antiguos?

En este nuevo artículo prestaremos atención a estos detalles y veremos algunos ejemplos históricos de viajes previos al turismo entendido como tal, así como los primeros ejemplos de visita turística y el nacimiento de la necesidad de entender el patrimonio histórico como algo a conservar y proteger

Evergetismo en la antigüedad.

En el mundo grecorromano observamos una profunda necesidad por parte de las élites de mostrar elementos que hoy entendemos culturales, podemos incluso rastrear algún museo durante la antigüedad pero, ¿existía esta idea? Hay varios puntos a tener en cuenta:

Las domus romanas o los pórticos en el ágora de una polis se decoraban con estatuas (más allá de las dedicadas al culto en los templos, cuya función es religiosa), en Roma contamos con varios arcos o columnas de sobra conocidas (Trajano, Tito…) que hoy para nosotros son patrimonio histórico artístico, pero que, situados en el contexto apropiado, son obras con un carácter evergético o de promoción social, no elementos culturales para que los contemporáneos pudiesen admirar con los ojos del turista del mundo actual.

El evergetismo, concepto definido por el historiador André Boulanger en 1923 pero que ya existía en época griega, es el acto de hacer una buena obra por la comunidad por parte de un miembro de la élite. Este acto se costea con los fondos de esa persona o de su clan familiar y se dona de forma altruista para la comunidad. No obstante, el evergeta recibe a cambio el reconocimiento público. Es un acto de promoción social necesario para la prosperidad y el aumento del prestigio de esa persona o familia. En algunos casos es casi una obligación establecida por las leyes: los ediles romanos debían costear unos juegos públicos de su propio bolsillo, lo cual era una inversión necesaria para promocionarse políticamente.

Este acto de evergetismo puede realizarse en forma de obras públicas necesarias para la comunidad, como estructuras hidráulicas, templos o edificios de ocio, pero también puede hacerse en forma de monumentos tales como estatuas, arcos o columnas que puedan contemplarse y que narren las gestas de algún personaje mítico o histórico (el propio evergeta en algunas ocasiones). No es, sin embargo, una construcción que el evergeta o sus contemporáneos, entiendan como elemento cultural destinado al turismo.

Existe un caso peculiar en el mundo antiguo de lo que se considera el primer museo o galería de arte de la Historia, la Stoa Pecile de Atenas.
La stoa, dentro de urbanismo griego clásico, es un edificio rectangular y abierto, un pórtico con un muro en el fondo y una galería porticada en el frente. Permitía a los viandantes pasear y resguardarse del clima mediterráneo.

La Stoa Pecile data del 475 -450 a.C., levantada por Pisianacte en el extremo norte del Ágora ateniense y se enmarca, y esto es importante, dentro de las tareas de reconstrucción de la ciudad tras la destrucción a manos de los persas en el 480 a.C.

Agora. Stoa pecile
Agora de Atenas ca. 150 a.C:, el 28 corresponde a la Stoa Pecile. Via Wikipedia.

La peculiaridad de la Stoa Pecile respecto al resto de stoas de las póleis griegas es que al poco de construirse se cubrió de estatuas y pinturas. No conservamos nada pero la muestra artística estuvo presente en Atenas durante 8 siglos, desde el V a.C. hasta el IV a.C., cuando un cónsul romano decide quitar las pinturas de la pared (Sinerio de Cirene nos da la noticia). Contamos con una descripción de la Stoa Pecile en su momento álgido de la mano del geógrafo Pausanias, que visitó la Atenas del siglo II:

«La última imagen en la pintura es la batalla de Maratón, se puede ver por un lado con los atenienses a los de Platea pueblo de Beocia y fieles aliados de Atenas, en el otro lado los Persas comenzando la batalla, parece que unos y otros están igualados en ambos lados, pero en el centro de la batalla ya están huyendo y empujándose los bárbaros, tratando de pasar un pantano; y en los extremos de la pintura tabla están los barcos fenicios y los bárbaros tratando de volver, pero los griegos, que los siguen hacen una terrible masacre.»

Descripción del cuadro sobre Maratón en la Stoa Pecile. Pausanias (Libro I, XVI-III)

¿Es la Stoa Pecile una galería de pintura o un museo? La descripción de las obras que nos hace Pausanias es muy interesante al respecto ya que las obras expuestas tienen temas de la mitología clásica (ateniense en su mayoría) o temas bélicos que ensalzan la heroicidad y sacrificio ateniense, el ideal civilizador griego frente al bárbaro persa. Tengamos en cuenta que la stoa, y todo el conjunto monumental de esta época, se construye tras las guerras médicas, inmediatamente después de la destrucción de Atenas tras la batalla de Platea.

La intencionalidad de las obras expuestas en la Stoa Pecile no es el ocio o la admiración de las obras expuestas y sus autores (aunque estos son renombrados pintores y escultores), sino que estamos ante todo un programa iconográfico dedicado a ensalzar al griego (al griego ateniense mejor dicho) de una forma visual y educativa para todo visitante o ciudadano ateniense.

¿Significa esto que no existe el viaje turístico en la Antigüedad? no del todo. El viaje para admirar y conocer otros países y regiones así como sus monumentos nos aparece mencionado por varios autores clásicos al hablar sobre determinados personajes.

César hace un viaje por el Nilo al llegar a Egipto tras Farsalia, años después será Germánico quien, como legado de Augusto, aproveche para hacer un tour por Egipto. Grecia también será lugar de visita como bien hemos visto con la narración de Pausanias o el viaje de Adriano.

No obstante debemos observar que estos viajes son realizados por una escasa minoría de viajeros que aprovechan su estancia en la región durante un viaje por otro tipo de motivos (administrativos o militares) y que los centros turísticos (usando estos conceptos con cuidado para esta época) son escasos: No se viaja a las provincias hispanas, Germania o la Galia para admirar monumentos. La visita se realiza a lugares dentro del ámbito helenístico (recordemos a Alejandro visitando Troya), lugares que se reconocen como poseedores de una larga y relevante historia civilizada en el mundo Mediterráneo.

Peregrinación en el medievo.

Otro ejemplo que podría situarnos en una especie de precedente de experiencia turística y admiración de supuestos sitios de patrimonio histórico son los viajes de peregrinación.

Pinturas de peregrinos hacia Santiago en la iglesia de Ntra. Sª de la Asunción de Alaiza (Álava), siglo XIV. Vía tierrasinsólitas.com

Durante estos viajes, los peregrinos siguen un camino marcado, realizan un tour cuyo objetivo no es sólo visitar el lugar santo al que desean peregrinar, sino que, conforme se consolida la ruta, se añaden determinados puntos intermedios, fundamentalmente de carácter sacro.

Tanto es así, que contamos con varios códices o recopilatorios de cartas que son verdaderas guías de viaje para un público muy reducido y de alto estatus socio-económico. Ejemplos de esto son por ejemplo del Codex Calixtinus (1140), donde en su capítulo V encontramos el recorrido de la Ruta Jacobea, o las cartas de la dama Egeria (entre el 381 y el 384), que nos narran una peregrinación temprana (periodo tardorromano) de los lugares santos, partiendo desde su llegada a Jerusalén, su visita por lo que más tarde sería Tierra Santa hasta regresar a Constantinopla, donde finaliza la narración a pesar de que Egeria era de la Gallaecia (zona gallega).

De nuevo nos encontramos ante elementos que pudieran considerarse como una especie de turismo y predilección por determinados sitios que tenían ya cierta consideración de históricos, al menos desde el punto de vista religioso. De hecho hablamos de forma genérica de «guías de viajes» y tenemos constancia de que, sobre esas rutas, se establece toda una economía dependiente basada en el hospedaje y la comida de los peregrinos, así como cierta literatura y eventos (por ejemplo, justas).

Plano de Jerusalén en 1487. Konrad Grünenberg.

No obstante no debe olvidársenos la finalidad de estos viajes, que no es otra que la de cumplir voto religioso. No es la visita ociosa la que mueve a viajeros que debían enfrentarse a una peligrosa red de caminos, sino el ámbito de la fe, las peregrinaciones tampoco nos sirven como experiencia turística o intento de conservación del patrimonio histórico.

Humanismo y Renacimiento.

El enfoque comienza a cambiar con el humanismo. Aunque hablamos de una posición filosófica que resulta ser muy genérica y con varias vertientes. El humanismo supone el cambio en los modelos educativos a partir del renacimiento, buscando un mayor apoyo de las ciencias humanas, del arte y de los ejemplos del pasado.

Comúnmente se habla aquí del nacimiento de la arqueología ya que se comienza a excavar elementos del pasado grecorromano. Sabemos que Brunelleschi participó en alguna excavación, Miguel Ángel visitó excavaciones (puede que también participase) y, en general, tenemos esa búsqueda del mundo clásico característica del renacimiento. Sin embargo, estas excavaciones no siguen metodología científica, se busca únicamente desenterrar los restos sin una planificación previa ni análisis posterior.

Simeon Chardin. Paisaje fluvial.
La presencia de las ruinas romanas en cuadros a partir del renacimineto, constante hasta el romanticismo. Paisaje fluvial con templo antiguo.
Jean Simeon Chardín, 1750-1760. Via Museo Thyssen.

Europa vive cambios significativos en este periodo: cambios en el sistema feudal, nuevas rutas de comercio, nuevas corrientes de pensamiento (enmarcadas en su mayor parte desde la regulación religiosa), aparición de América en la geopolítica internacional…

En este marco, durante el siglo XV en adelante y hasta llegar al XVIII, empezamos a ver un interés por las élites para buscar restos de esa época.

El cambio de mentalidad que supone esta época respecto al patrimonio histórico es el tomar conciencia de la existencia de un pasado lejano que se toma por una época dorada frente al periodo oscuro que supone, para los renacentistas, el medievo (idea errónea que continua en nuestros días). El renacimiento supone una vuelta a esa época dorada y los vestigios del pasado son testimonio vivo que hay que conservar para justificar este nuevo periodo histórico que se pretenden fomentar

De hecho, tengamos en cuenta un detalle: el renacimiento pone en valor el mundo grecorromano. Solo el mundo grecorromano, el periodo medieval intermedio es considerado como oscuro y toda cultura anterior o contemporánea a los griegos y romanos no se tiene en cuenta. No hay interés por las estructuras de origen prerromano como podrían ser los iberos o los galos.

Así, nacen las galerías de antigüedades, las colecciones reales, las academias de corte humanista… que otorgan un prestigio a los propios monarcas y personajes ilustres. ejemplos de esto son el papa Sixto IV con la fundación del Museo Capitolino en 1471, Luis XIV de Francia, Carlos I de Inglaterra o Carlos III en Nápoles con las excavaciones en Herculano.

La Ilustración y los Estados modernos.

Los siglos XVIII y XIX marcan el cambio fundamental en el proceso de transformación simbólica de los monumentos y sitios históricos tal cual lo entendemos en la actualidad. Debemos entender que este proceso va ligado a los cambios que se inician con la Ilustración y especialmente con la creación de los Estados modernos.

Estos nuevos Estados dejan atrás las estructuras vasalláticas del Antiguo Régimen para dar paso a una idea de nación donde el Estado ya no es la persona del Rey y sus dominios (sus feudos), sino que se necesita crear conciencia social en una masa de población cada vez mayor, con una burguesía pujante que rivaliza con la vieja aristocracia y un incipiente mundo obrero, con nuevas formas de producción y nuevos usos y relaciones sociales.

Así, la idea que ya venía desarrollándose desde el renacimiento sobre los sitios históricos se potencia, pero ya no se trata de la acumulación de tesorillos en manos de una élite muy limitada, tampoco del prestigio que otorga al monarca desenterrar las viejas estructuras grecorromanas.

El Romanticismo busca la vuelta al pasado para crear conciencia social de pertenencia al territorio. Dado que el poder tiene cada vez más actores (ya no solo es el Rey y su Corte, ahora hay que contar con los tres poderes del Estado, que representan al conjunto de la sociedad), es necesario buscar ese imaginario colectivo aglutinador y esto se hace en base a la Historia pasada. Los monumentos y sitios históricos son la herramienta para mostrar a locales y foráneos las glorias pasadas y la teórica antigüedad de la nación.

El Grand Tour será determinante para muchos de los Románticos de finales del XVIII y del XIX. Estamos ante una fase en la educación de los jóvenes de la aristocracia y la alta burguesía que se pone de moda en el XVIII y consiste en tomar entre 6 meses y un par de años para viajar por Europa, en una especie de viaje iniciático justo en el paso de la juventud a la vida adulta. Este viaje permitía a las clases pudientes el aprendizaje de idiomas, relacionarse y hacer contactos en los palacios europeos. Este tour incluía la visita a lugares históricos y permitía formarse en esta idea romántica que tendrá su auge en el XIX, en ese pasado glorioso y mítico.

Goethe y el Coliseo
Goethe contemplando el Coliseo, 1790. Jacob-Philipp Hackert. Vía aparences.net

El Grand Tour debe su nombre a la obra de Richard Lassels, El Voyage d’ Italie, publicado en 1670. Lassels era sacerdote y actuaba como tutor de varios nobles jóvenes ingleses que ya en estas fechas tempranas comenzaban a iniciar el viaje por Europa. Lassels habla en su obra de cómo resultaba indispensable el viaje a Francia e Italia para formarse en política, sociedad, economía, arquitectura o antigüedad.

Durante estas primeras décadas de Lassels y el XVIII completo, el recorrido del viaje se realiza – desde el punto de vista de un inglés- desde el puerto de Calais. A partir de ahí se visitaba Francia, Bélgica, Alemania e Italia para después retornar a Inglaterra. Observamos que el núcleo cultural estaba en Centro Europa e Italia mientras que países como España o Grecia quedaban ajenos a la visita por su consideración de países menos civilizados, tanto en cuanto a su sociedad (bandolerismo, guerrilleros…) como en cuanto a su sistema de gobierno, que aún se resistían a dejar del todo las viejas monarquías absolutistas. De hecho, ante los primeros impulsos al Grand Tour en Inglaterra y Francia, Felipe II en la monarquía hispánica, prohíbe estos viajes.

Sin embargo, esta idea de salvajismo y atraso cultural (y una cierta mejora en la estructura social y administrativa), servirán en el XIX para que el Romanticismo considere a países como España o Grecia (dominada por los Otomanos hasta la guerra de independencia de 1821-1830), como viajes de aventuras, de una forma similar a la idea general que tenemos hoy en día sobre los viajes por África. La atracción no estaba tanto en las fiestas palaciales -aunque ingleses y franceses descubrirán posibilidades de inversión en España- sino en esa especie de atraso y carácter bruto y salvaje que decían los libros de viajes.

El siglo XX. Patrimonio y turismo.

Las primeras leyes modernas sobre conservación del patrimonio histórico surgen a finales del XVIII en el marco de las llamadas Comisiones de Antigüedades o Comisiones de Monumentos. Instituciones encargadas de catalogar y proteger el patrimonio histórico monumental y los yacimientos. Aún así, la consideración de patrimonio histórico solo solía incluir elementos de la Antigüedad, Roma y Grecia pero ahora también se incluyen potencias peor conocidas como fenicios o púnicos así como los restos prerromanos en sus respectivas naciones (recordemos la búsqueda del pasado mítico). Quedaba fuera, sin embargo, todo lo posterior al considerar el patrimonio histórico solo lo perteneciente a esta época. Quedaban fuera los restos medievales y modernos (el románico o el barroco, por ejemplo)

Además de esto, determinados Estados se arrogaron el derecho de tomar restos arqueológicos o bienes culturales de otros Estados más empobrecidos o considerados de segunda categoría. Tenemos aquí ejemplos de sobra conocidos con los restos griegos y egipcios que podemos encontrar en lugares como Inglaterra, Francia o Alemania. Obviamente el concepto de expolio aún no había nacido.

Todo cambia en el siglo XX.
A finales del XIX encontramos iniciativas de promoción de la cultura y educación, que a partir de ahora serán conceptos ligados. Ejemplo de ello, en España estaba la labor de la Institución Libre de Enseñanza (La Tablilla de Cera: El proyecto educativo de la ILE. Educación a finales del XIX y principios del XX) o las Misiones Pedagógicas de la II República.

Pero debemos esperar a fechas tan relativamente cercanas como el periodo de guerras mundiales (especialmente la segunda), cuando se crea UNESCO en 1945, con el objetivo de fomentar la educación y la cultura de cada Estado, así como proteger el legado cultural. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta las décadas finales del XX es cuando comienza a desarrollarse toda la legislación y los conceptos actuales de patrimonio histórico o patrimonio cultural, así como la necesidad de la sociedad de conservarlo y de ser elementos de utilidad pública.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y especialmente durante los años 60 y 70, se llevarán a cabo toda una ser de convenciones, debates y articulos en el seno Europeo y en el de la UNESCO (Convención de París, 1970, Comisión Franceschini, 1977…)

UNESCO

En España la primera legislación sobre Patrimonio será del año 33, en plena Segunda República (influenciada por las tesis de la I.L.E.), y seguirá vigente durante el Franquismo aunque no será hasta el año 1985 cuando se cree una legislación moderna que continua vigente (aunque con muchos problemas de aplicación real).

Entendamos que hasta estas fechas, el patrimonio histórico era exclusivo y propiedad de una élite (tanto a nivel social, como a nivel de Estados), que lo poseía y no tenía necesidad de proceder a su protección y exposición, de hecho, el expolio fue algo practicamente ligado a este proceso hasta fechas demasiado recientes.

El auge y la nueva educación en las clase sociales obreras permitieron ampliar el concepto de patrimonio a toda la sociedad. El Patrimonio cultural unía a las diferentes capas de la sociedad en torno a unos elementos comunes (un monumento, un yacimiento, una obra estética…) y ya a partir de los felices años 20, la aparición del turismo de masas y de los viajes turísticos entre países (en España tuvimos que esperar hasta los 70), se vuelve un proceso común y beneficioso para sectores económicos del Estado.

En este proceso que arranca con la Ilustración y que va ligado a la creación de los Estados Modernos y al fin de las Guerras Mundiales, tuvo papel fundamental los cambios a nivel historiográfico. El viejo modelo positivista y academicista dio paso a nuevas formas de entender y comprender la Historia. Las escuelas historiográficas más cercanas a los procesos sociales (Annales, por ejemplo) ayudaron en este proceso de creación de estos conceptos y la arqueología, ya profesionalizada y con un método científico de exacavación y análisis (lejos empezaban a quedar ya los métodos de Arthur Evans o Heinrich Schiliemann), apuntalaron la protección del patrimonio histórico y la necesidad de una adecuada conservación.


Para reflexionar:
  1. ¿Conceptos como Turismo, Cultura o Patrimonio Histórico tienen el mismo significado en épocas pasadas que en la actualidad?
  2. ¿Cómo evolucionan estos conceptos?
  3. ¿Podemos considerar seriamente la existencia de turismo en épocas anteriores al siglo XIX?
  4. ¿Cuando nace el viaje cultural entendido como viaje de ocio para experimentar el Patrimonio Histórico?
  5. ¿Sería posible entender nuestra actual idea de Patrimonio Histórico sin el periodo posterior a la revolución francesa y a la creación de los Estados modernos?
  6. ¿Sería posible entender el sentido y la necesidad de conservación y protección del patrimonio sin los sucesos del periodo de guerras mundiales?
  7. ¿Qué otras instituciones actuan sobre el Patrimonio Histórico aparte de UNESCO?
  8. ¿Conoces la ley de Patrimonio Histórico de 1985?, ¿como se aplica y bajo que otras legislaciones se aplica?, ¿por qué decimos que su aplicación real no resulta efectiva?
Para saber más: